EL MURAL TERMINADO
Pintando... pintando
Después de la labor de preparación de la pared para recibir la pintura, la realización de los bocetos y la paciente labor de calcar los mismos sobre el soporte, se comenzó la pintura propiamente dicha. Ha aquí algunos ejemplos de la labor que nos lleva cada vez más cerca de la presentación.
La Sra. Gloria Pertusso es una eficaz colaboradora de Ricardo Ríos y ya trabajó con él en oportunidad de la pintura del mural que hoy luce en el Hogar de ancianos de Fray Bentos.
EL COMIENZO DEL MURAL
Más que explicar técnicamente y desde el punto de vista puramente de la obra artística, Ríos Cichero prefirió hablar "desde los sentimientos" que fundamentan la idea, procurando dar una respuesta nunca tardía al homenaje que se merecen los cientos de hombres y mujeres que trabajaron entre estas paredes, "entre los que cuento con orgullo a mi propio padre y a mi madre", dijo.
"Quisiera".... En una introducción también hondamente emotiva, la Sra. Berta Fernández, conductora de la ceremonia, hizo referencia a los antecedentes de la idea del Mural (que se explica en otro sector de este mismo sitio) y procedió a dar lectura al texto de "Quisiera" (también en este blog) de autoría del Sr.René Boretto, Director del Museo, "solicitando" al artista que estuviesen presentes en el mural diversidad de elementos connotados con la vida del barrio, con los obreros y obreras, con la fama del producto aquí envasado y con aquellos momentos en que la historia hizo vivir a una comunidad entera circunstancias diversas, dado que el mural será un referente directo para enseñar la historia a los más de 10000 visitantes que anualmente se dan cita en el Museo, convertido en una de las principales atracciones del turismo cultural del departamento de Río Negro.
La ceremonia, fue aprovechada para que las autoridades del Consejo Internacional de Museos (ICOM ), entregaran al Museo de la Revolución Industrial, el reconocimiento "Museos 2007". Estuvieron para la ocasión el Sr. Alvaro Casal y la Lic. Serrana Prunell (Directora del Museo Rally de Punta del Este), que, en representación de ICOM URUGUAY dijeron el porqué de la selección del museo fraybentino entre los más de 160 museos del país, para entregarle este reconocimiento.
El Intendente Municipal de Río Negro, Dr. Omar Lafluf, clausuró el acto, haciendo referencia muy especial a la visita de las autoridades de ICOM y congratulándose por la distinción al Museo municipal que "viniendo de un organismo internacional no es poca cosa" dijo el jerarca. Expresó, con respecto al Museo de la Revolución Industrial, que se alegraba de haber mantenido el respaldo a una obra que se inició en un período anterior, reconociendo el valor de las cosas que se hacen bien y son de la gente más que de un gobierno municipal o de un partido político.
Obviamente, hizo una referencia muy especial al mural que comienza a pintarse sobre las paredes del Museo, resaltando la idea de apoyo a la cultura y al patrimonio cuando se decidió por parte de su Gobierno Municipal, dar apoyo a la iniciativa que comenzó a plasmarse en marzo de este año. Dijo que el apoyo al Museo forma parte de un movimiento muy importante que llevará al Departamento de Río Negro a presentar ante la UNESCO todo el paisaje cultural Anglo para integrarse a la lista de patrimonio cultural de la humanidad.
En la foto superior, el Dr.Lafluf acompañado de Ricardo Ríos Cichero, pintor del importante mural y René Boretto, Director del Museo.
Obra de Ricardo Rios Cichero
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(Relatos, Dibujos, Pinturas, Teatro, etc.)
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GOBIERNO DEPARTAMENTAL DE RIO NEGRO
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Conceptos a mano alzada sobre el carnaval fraybentino.
Viene de adentro, de las vísceras.
Viene del intelecto.
Viene del instinto.
Llega marcado en el anca, como un ganado ancestral que aparece desde la noche de los febreros y desaparece, como todo remedio del alma, apagándose casi sin darnos cuenta y sin dejar rastros visibles.
Es opaco, como de “paleta baja” pero que - por la calidez de tonos y la gama de matices que vibran bajo la luz incierta de las bocacalles - parecería que estamos frente a un cuadro expresionista escapado y viviente, que el marco no pudo contener.
Es crítico desde el alma.
No hay mascarito ni murga que no libere sus sentimientos – a veces desordenadamente – para gritar sus dolores, sus alegrías, sus miedos, sus deseos, su solidaridad o su repudio, frente a los demás. Pero siempre desde lo humano y personal; pocas veces desde lo institucional.
Y es impúdico.
Generosamente impúdico.
El carnaval desnuda prejuicios, vergüenzas y se instala en el trono de Momo para decir - sin pelos en la lengua aunque sí con poesía, arte popular y una cuota grandísima de sinceridad - lo que durante todo el año calla o duerme en el espíritu popular.
Y es humor.
Grotesco humor.
Roza lo negro, acaricia lo fantástico y se ahonda en el simbolismo para darnos desde una mezcla de instinto, pasión e intelecto, una gama de momentos individuales o colectivos de alto contenido plástico, de riquísima expresión popular y una muestra muchas veces incomprendida de cultura local.
Y no es un carnaval turístico.
Va más allá, por suerte.
Va más adentro.
Se abraza al alma.
Y, en las ropas incoherentes e inarmónicas de los “mascaritos sueltos”, con sus formas sensuales a fuerza de almohadones cómplices y voces aflautadas en busca del anonimato; en los murguistas de ropas prestadas del año anterior, con falsos lujos y gargantas maravillosas, críticas y amorosas; en los carros adornados – riquísimos en espíritu y pobres en material – ocupados por reinas pueblerinas y soñadoras y un público casi igual en sentimientos pero estaqueado en los cordones de la vereda – un poco sorprendido, un poco divertido, un poco envidioso – transcurre uno de los carnavales más humildes por fuera, pero tan maravillosamente rico, tan apasionadamente enamorado desde adentro, tan sencillo como todo lo que realmente vale, que si lo miramos y lo vivimos con la mente, el corazón y el alma generosamente abiertos, no podremos olvidarlo.
Y llegará a nosotros, nos estaqueará al cordón de la vereda o nos hará tapar la cara con un trapo, nos hará aflautar la voz con pudor y miedo a ser descubiertos y nos hará mezclar con otros mascaritos.
Y el calor de todos juntos y la algarabía y los gritos y los saltos y las corridas nos llevarán a ese mundo extraño pero real, oscuro, brillante, humorístico, crítico,
sencillo y profundo, humilde y bello, personal y generoso.
Ese mundo contradictorio, vital, agridulce.
Ese mundo carnavalero que todos los años volverá desde la noche de los febreros - como un remedio del alma – y luego desaparecerá casi sin darnos cuenta y sin dejar rastros visibles.
Ricardo Ríos Cichero.
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Conceptos - Mascaritos de mi pueblo.
Hay dos motivos fundamentales – aunque no excluyentes, por cierto - que inducen a hombres y a mujeres transmutarse espontáneamente en mascaritos.
Lo primero - elemental cuando se habla de disfraz - es encubrir la identidad frente al público. Lograrlo es ya motivo suficiente para una primitiva diversión desde la impunidad del anonimato. Sin embargo, el mascarito no se detiene allí, sino que se exige ir más allá. Necesita flirtear con esa excitante posibilidad de ser desenmascarado y para ello emplea la provocación. Entonces baila, abraza, gesticula y habla a gritos o en susurros a parientes y amigos contándoles situaciones comprometidas, para él y para ellos. Es como un ceremonial que guía y engaña - todo a la vez - “jugando con fuego”.
Lo segundo es transformarse en un censor social. Es un termómetro de la vida cotidiana. Y esas sátiras son expresadas a través de un humor negro, simbólico o grotesco, llegando hasta el realismo fantástico.
Salvo excepciones, sus “víctimas” son los individuos que con sus actitudes o acciones hieren material, ética o sentimentalmente a la sociedad, o los que – en el otro extremo – dan lo mejor de sí por su gente, con amor, entrega y desinterés. Y él, el mascarito, ridiculiza o remeda los hechos a través de una dramatización directa e indiscutible.
Y este “sacar los malos y buenos trapitos al sol” es elaborado con tanta originalidad, que va más allá de un hecho casual de una noche carnavalera para transformarse en una serie de riquísimas creaciones. Lamentablemente esta obra intuitiva, elaborada espontánea e improvisadamente, tiene una efímera vida captada muchas veces por unos pocos espectadores que, depositarios de ese fugaz resplandor cultural, se maravillan ante la expresión de algo muy profundo, mezcla de instinto, sentimiento e intelecto.
Siempre encaro mi obra alimentado por esa concepción del Arte popular de mi pueblo; y esa gente tapada de trapos y pintura – parientes, amigos, vecinos - siguen emocionándome, refrescando mi memoria, transportándome hacia los días lejanos y felices, cuando miraba yo todo desde mi metro y poco de altura, sentado “a caballito” sobre los hombros generosos de mi padre.
Sin embargo, creador yo también, mis obras se han alejado aparentemente de mis inspiradores; lo exterior de mis mascaritos se parece poco a esos entrañables y bochincheros “mamarrachos” fraybentinos pero adentro, en el alma y los sentimientos que intento darles, siguen aspirando a ser como ellos, como los verdaderos, a los que amo entrañablemente y extraño tanto.
Ricardo Ríos Cichero
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El Mural en ejecución - Bocetos
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EL MURAL DESDE EL PRINCIPIO...
El artista Ríos Cichero intercambia ideas con el Arquitecto Guillermo Levrato, frente a la pared del Museo que acogerá a la obra.
(Marzo 2008)
El humor y el desparpajo, procuran ser parte de la difícil tarea y trabajo del obrero del frigorífico. Los dibujos se suceden sin fin, hasta encontrar que algunos de ellos encajan acaso en lo que se quiere resaltar en el mural.
Decenas de circunstancias se mezclan y para respetar y ser fiel a lo realmente acontecido, Ricardo comenta paso a paso los planes con René Boretto, historiador y Director del Museo donde estará el mural.
La interminable procesión de los vacunos arribando a los corrales desde el campo oriental para ser convertidos en extracto o carne enlatada...
LA PARED DEJÓ DE SER BLANCA...
Las ideas rebotaron contra los ladrillos y otras, más insistentes,
lograron penetrarlos y comenzaron a ser parte de ella misma.
El rojo ladrillo, avergonzado de haberlo sido
durante más de una centuria, se dejó
pintar la cara, para remozarse y para
enorgullecerse de ser el espejo vívido
de los más de ciento vente años que desfilaron por acá...
Un mundo en blanco y negro... pujando convertirse en la mascarada a todo color
del carnaval del trabajo que era el viejo Saladero Liebig y el Frigorífico
ANGLO. Vacas por doquier. De las verdaderas y de las disfrazadas.
Hombres y mujeres. Productos y etiquetas.
Sueños y mentiras. Sudor y trabajo...
Y desde arriba, peldaños etéreos que separan
aquella realidad con estas
mágicas visiones que harán
aquellas historias
realidades para ver y contar...
Porque cuando el pintor termine...
El que visite el museo, será quien
continúe hilando este cuento.
Este mural es un aporte a la cultura del
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